Síndrome de Estocolmo

Vuelves al lugar del crimen
cada vez que sientes
la morbosa
pero imperante
corazonada
De rescatar
a quién fue tu amor,
tu compañero,
tu asesino y secuestrador
te mató
las 7 vidas
que tenías de gato.
Vuelves en una nueva forma
humana
buscando los cariños bruscos
de ese que te tiraba
los platos con amor sazonado
bajo el atolladero
de tu calabozo
emocional.
Vuelves a reabrir
Tu herida
con la esperanza intacta/intocable/imperecedera
de encontrar otro
humano danzante al son de tu luna,
al son de tu sol,
Fruta fresca
al son de tus caderas
y tus mejillas redonditas
tu vestido de primavera.
Tus ojos embalsamados y rebosantes
de Amor,
pero sólo encuentras
a tu secuestrador
con la misma mirada oscura,
con su miedo inmoral,
con el mismo bozal de perro,
y te apaga
tu luz,
te carcome con gusanos, Fruta Fresca
Tus mejillas redonditas y sonrojadas
se vuelven grises, tus ojitos
se apagan,
tu vestido se rasga sin consentimiento,
tus pasos de baile se te desmoronan a temblores,
Y de repente tú eres la que tiene el bozal de perro
En el hocico
En la boca
Tu ilusión de niña sólo se remite a temer a tu secuestrador,
a compadecerle, a querer su atención,
y a llamar a eso amor.
No te culpo, fruta fresca.
Vuelves al lugar del crimen cada vez que
tienes una morbosa e ingenua corazonada
Imperante

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